1 ¡ Cómo se ha empañado el oro! ¡El oro fino ha perdido su brillo! ¡Las piedras del santuario se hallan esparcidas por todas las calles y encrucijadas!
¡Cómo se ha ennegrecido el oro, Cómo ha cambiado el oro puro! Esparcidas están las piedras sagradas Por las esquinas de todas las calles.
2 L os hijos de Sión, más preciados y estimados que el oro puro, ¡ahora son vistos como vasijas de barro, como hechura de un alfarero!
Los hijos preciados de Sion, Que valían su peso en oro puro, ¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, Obra de manos de alfarero!
3 A un los chacales cuidan de sus cachorros, pero mi amada ciudad es cruel como avestruz del desierto.
Aun los chacales dan las ubres, Dan de mamar a sus crías; Pero la hija de mi pueblo (Jerusalén) se ha vuelto cruel Como los avestruces en el desierto.
4 T anta sed tienen los niños de pecho que la lengua se les pega al paladar; los pequeñitos piden de comer, ¡y no hay quien los alimente!
La lengua del niño de pecho se le pega Al paladar por la sed; Los pequeños piden pan, Pero no hay quien se lo reparta.
5 T endidos por las calles yacen los que comían delicados platillos; los que antes se vestían de púrpura, hoy se aferran a los basureros.
Los que comían manjares Andan desolados por las calles; Los que se criaron entre púrpura Abrazan cenizales.
6 L a maldad de Jerusalén fue mayor que el pecado de Sodoma; ¡en un instante quedó en ruinas, sin la intervención humana!
La iniquidad de la hija de mi pueblo Es mayor que el pecado de Sodoma, Que fue derribada en un instante Sin que manos actuaran contra ella.
7 S us nobles eran más claros que la nieve y más blancos que la leche; de piel más rosada que el coral, de talle más delicado que el zafiro.
Sus consagrados eran más puros que la nieve, Más blancos que la leche, Más rojizos de cuerpo que los corales, Como el zafiro era su apariencia.
8 ¡ Pero han quedado irreconocibles! ¡Se ven más oscuros que las sombras! ¡Tienen la piel pegada a los huesos! ¡Están secos como un leño!
Más negro que el hollín es su aspecto, No se les reconoce por las calles; Se les ha pegado la piel a sus huesos, Se ha marchitado, se ha vuelto como madera.
9 M ás dichosos fueron los que cayeron en batalla que los que fueron muriendo de hambre, porque éstos fueron muriendo lentamente por no tener para comer los frutos de la tierra.
Más dichosos son los que mueren a espada Que los que mueren de hambre, Que se consumen, extenuados, Por falta de los frutos de los campos.
10 C on sus propias manos, mujeres piadosas cocinaron a sus hijos. El día que mi ciudad amada fue destruida, sus propios hijos les sirvieron de alimento.
Las manos de mujeres compasivas Cocieron a sus propios hijos, Que les sirvieron de comida A causa de la destrucción de la hija de mi pueblo (Jerusalén).
11 E l Señor derramó el ardor de su ira y satisfizo su enojo; ¡encendió en Sión un fuego que redujo a cenizas sus cimientos!
El Señor ha cumplido Su furor, Ha derramado Su ardiente ira. Ha prendido un fuego en Sion Que ha consumido sus cimientos.
12 J amás creyeron los reyes de la tierra, ni los habitantes del mundo, que nuestros enemigos lograrían pasar por las puertas de Jerusalén.
No creyeron los reyes de la tierra, Ni ninguno de los habitantes del mundo, Que el adversario y el enemigo pudieran entrar Por las Puertas de Jerusalén.
13 ¡ Pero fue por los pecados de sus profetas! ¡Fue por las maldades de sus sacerdotes, que en sus calles derramaron sangre inocente!
Pero a causa de los pecados de sus profetas Y de las iniquidades de sus sacerdotes, Quienes derramaron en medio de ella La sangre de los justos,
14 T ropezaban por las calles, como ciegos. ¡Tan manchadas de sangre tenían las manos que no se atrevían a tocar sus vestiduras!
Vagaron ciegos por las calles, Manchados de sangre, Sin que nadie pudiera tocar sus vestidos.
15 « ¡Apártense, gente impura!», les gritaban; «¡Apártense, no toquen nada!» Y se apartaron y huyeron. Y entre las naciones se dijo: «Éstos jamás volverán a vivir aquí.»
“¡Apártense! ¡Inmundos!” gritaban de sí mismos. “¡Apártense, apártense, no nos toquen!” Así que huyeron y vagaron. Entre las naciones se decía: “No seguirán residiendo entre nosotros.”
16 E l Señor, en su enojo, los dispersó y no volvió a tomarlos en cuenta, pues no respetaron a los sacerdotes ni se compadecieron de los ancianos.
La presencia del Señor los dispersó, No volverá a mirarlos. Ellos no honraron a los sacerdotes, Ni tuvieron piedad de los ancianos.
17 N uestros ojos desfallecen, pues en vano esperamos ayuda; en vano esperamos el apoyo de una nación incapaz de salvarnos.
Aun nuestros ojos desfallecían, Buscar ayuda fue inútil. En nuestro velar hemos aguardado A una nación incapaz de salvar.
18 V igilan todos nuestros pasos; no podemos salir a la calle; el fin de nuestros días se acerca; ¡nuestra vida ha llegado a su fin!
Ponían trampas a nuestros pasos Para que no anduviéramos por nuestras calles. Nuestro fin se acercaba, Se cumplieron nuestros días, Porque había llegado nuestro fin.
19 L os que nos persiguen son más ligeros que las águilas del cielo. Nos persiguen por los montes, y en el desierto nos han tendido trampas.
Nuestros perseguidores eran más veloces Que las águilas del cielo; Por los montes nos persiguieron, En el desierto nos tendieron emboscadas.
20 A trapado entre sus redes quedó el ungido del Señor, el que daba aliento a nuestra vida; aquél del cual decíamos: «Bajo su sombra protectora viviremos entre las naciones.»
El aliento de nuestras vidas, el ungido del Señor, Fue atrapado en sus fosos, Aquél de quien habíamos dicho: “A su sombra Viviremos entre las naciones.”
21 ¡ Alégrate ahora, Edom, tú que habitas en la región de Uz! ¡Ya te llegará la hora de beber la copa de la ira, hasta que la vomites!
Regocíjate y alégrate, hija de Edom, La que habitas en la tierra de Uz; También a ti llegará la copa, Te embriagarás y te desnudarás.
22 T u castigo, Sión, ya se ha cumplido, y nunca más volverán a llevarte cautiva. Pero a ti, Edom, el Señor castigará tu iniquidad y pondrá al descubierto tus pecados.
Se ha completado el castigo de tu iniquidad, hija de Sion: No volverá El a desterrarte; Mas castigará tu iniquidad, hija de Edom; Pondrá al descubierto tus pecados.