S eñor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata; ¿qué es esto para ti y para mí? Entierra, pues, tu muerta.
Señor mío, óyeme: una tierra que vale cuatrocientos siclos de plata, ¿qué es eso entre tú y yo? Sepulta, pues, a tu difunta.
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